¿Cómo cambiará la ARQUITECTURA después del COVID-19?
La situación de emergencia sanitaria global generará nuevos desafíos en el diseño urbanístico y de la arquitectura pública. Retos que se enlazan con criterios de sostenibilidad y objetivos de crear ciudades saludables.
No es la primera vez en la Historia que la Humanidad se enfrenta a una emergencia sanitaria global y, como ya ha ocurrido antes, es un acontecimiento que nos hará repensar y reinterpretar las ciudades, el espacio público y el diseño de la arquitectura. Para adentrarnos en estos retos futuros y presentes hemos hablado con dos expertos, Juan Herreros y José María Sánchez García, reconocidos arquitectos y catedráticos universitarios. Ambos coinciden en que esta situación que estamos viviendo generará cambios en el espacio público y abrirá la oportunidad de regenerar nuestras ciudades y que, tanto la sociedad como los arquitectos, empecemos a pensar en los espacios de una forma más flexible.
“Creo que esta crisis va a poner en valor el espacio público, el lugar donde nos relacionamos, al que siempre damos por hecho como algo obvio que está ahí, y ahora vamos a tomar conciencia. Esta incertidumbre, esta sorpresa, va a conllevar una relectura y reinterpretación de cómo generar esos lugares y para qué deben estar pensados, más allá del corto plazo”, señala Sánchez García. Para Herreros, además, esta emergencia sanitaria también se va a conectar con los retos medioambientales: “así como hace años no teníamos en cuenta criterios de sostenibilidad que ya forman parte de nuestro presente, ahora tendremos en cuenta criterios de calidad biológica en nuestras ciudades y de calidad del aire”, comenta. “Las circunstancias que estamos viviendo son una visibilización de la globalización en la que vivimos, de la hiper conexión y la hiper movilidad, somos casi omnipresentes en el planeta”, añade Herreros.
Espacios y arquitectura flexibles
En cuanto a la arquitectura pública, Herreros apunta también la importancia que adquiere repensar estos espacios. “Cuando pase la pandemia, al igual que habrá acopio de recursos materiales, y todos los países se van a equipar de respiradores, mascarillas o trajes de seguridad; probablemente se revisarán también nuestros propios términos de arquitectura pública, para que los edificios puedan adaptarse y reutilizarse“, explica Herreros. Pone el ejemplo del hospital de campaña creado en las instalaciones de IFEMA en Madrid, o en el Centro de Convenciones Jaob K. Javits, pero piensa también en otras zonas que podrían aprovecharse. “Por ejemplo, las universidades. Un campus entero que en este momento está vacío, en el que se podrían añadir baños y medios para tener un espacio enorme de ciudad que se podría dedicar a una emergencia”. Al igual que existen normativas que obligan a cumplir ciertas restricciones estructurales por cuestiones de terremotos (con diferentes niveles según el riesgo geográfico), podrían surgir, según el arquitecto, nuevas normativas para cumplir estos criterios de flexibilidad o adaptabilidad.
Pensando en los hábitos sociales, en la distancia interpersonal y en el flujo de personas y la ocupación, Sánchez García apunta que, probablemente, “una de las causas por la que se ha expandido tanto en los países mediterráneos como Italia o España es porque estamos acostumbrados a tener mucho contacto físico. Esto va a provocar una relectura en términos de ocupación cuando todo esto pase y, probablemente, en términos de hábitos, por la incertidumbre de que pueda volver a pasar”. Fundamentalmente, para Sánchez García, conducirá a pensar el espacio público de una forma más flexible y adaptable, “espacios con la habilidad de modificación”, o dicho de otro modo, “una customización del espacio público“.
Calidad del aire
En cuanto a calidad del aire, Herreros apunta cambios tanto en la movilidad en las ciudades como en los propios edificios. Por un lado, señala la posibilidad de la implantación de sistemas de transporte blandos y no contaminantes (transporte público seguro y mayor uso de bicicletas o motos eléctricas). En cuanto a los edificios, los cambios afectarían “a las instalaciones en sí mismas, los propios sistemas de climatización, ventilación y consumo energético y la propia distribución y organización del espacio”. Especialmente hace alusión a la desaparición del aire acondicionado. “En el futuro se considerará su eliminación. La temperatura de confort tiene que subir un poco en verano y bajar un poco en invierno y que se reduzca el aire acondicionado todo lo que se pueda, porque es muy poco saludable, no solo a nivel medioambiental, sino higiénico, y ya ha sido transmisor en el pasado de otras enfermedades”, comenta.
Arquitectura sostenible
También los materiales arquitectónicos irán cambiando, y aquí es donde todo se enlaza con el objetivo de crear ciudades y espacios más saludables y cuidar el medio ambiente. “Se construirá menos con hormigón, más con madera, menos con vidrio. Serán los materiales los que protejan al edificio del calor. Después de un siglo de haber estado haciendo edificios livianos, transparentes, invisibles… posibilemente volvamos a algo más masivo, más aislado, más presente”, asegura. El concepto de sostenibilidad del futuro, remarca, no es volver a lo anterior, a nuestros abuelos, a las casas rurales y arquitecturas pasivas que se adaptaban al clima pero no cumplirían nuestros estándares de confort y calidad de vida actuales. “Este imaginario nostálgico de una supuesta vida ideal rural o vernacular no es el futuro. Ahora se trata de asociar la sostenibilidad a una evolución. La técnica, el desarrollo, la ciencia, han ido perfeccionando los sistemas constructivos y los materiales”, apunta. “No es que lo hayamos hecho mal y tengamos que volver a lo de antes. Es una evolución, no una regresión”, concluye.
POR SANDRA BARRAGÁN DEL REY
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